viernes, 5 de junio de 2009

Breve relato sobre un adverbio de negación


-No-. ¿Cuántas veces lo habré oído por parte de una mujer?, y me refiero al aspecto amoroso. ¿Cuántas veces habré sido denegado en el intento de amar?, y sobre todo: ¿Por qué est tan fácil decir que no? Cuando a un hombre se le pregunta si quiere con una tia suele tener más tolerancia a decir que sí que en caso contrario. Y todo esto viene del mito aquel del que se folla a 10 mujeres en la misma noche, siendo aclamado como un verdadero campeón, pero si lo nombramos en caso contrario, estamos hablando de una ninfómana de proporciones titanas, una verdadera puta -hablando en plata-. Históricamente ha sido más facil cuando una mujer estaba predispuesta a realizar un ritual de apareamiento de tipo "pre-sexual", en cambio esto se veía complicada cuando la mujer cerraba las puertas.


Pero centrémonos en este "maravilloso" adverbio tan curioso, capaz de hacerme sentir totalmente inútil. Esta mañana he visto un documental en el cual se mostraba como los osos polares cazaban las focas que se hallaban bajo el hielo. El procedimiento es tan simple como complejo: simplemente las detectan con el olor que desprenden. Pues bien, esta gilipollez contada no tendría ningún sentido si yo no dijera que me siento como un oso polar. Huelo el no, y sobre todo, huelo como la presa se escapa bajo el frío manto de frío tiempo, tiempo pasado, y que cada vez me da más la sensación de irrecuperable y de perdido. Y esto lo digo poque ayer habalaba con una chica que apenas había conocido, y yo ya lo olía, ese aroma tan inconfundible, ese no, esa pre-derrota...


Tal vez me esté equivocando -espero-, pero es algo frustrante, ese infortunio amoroso que todavía no ha tenido lugar, esa tormenta que detecto en el mapa del tiempo de mi corazón y que me anuncia el naufragio de esa esperanza, esperanza que por otra parte nunca existió, pero que de alguna manera, siempre estuvo allí, aunque fuera lejanamente, distante, siempre atenta y alerta, a la espera de aparecer algún día, pero nada más, simplemente a la espera, como la mujer que espera a que la mar le devuelva al marido que una vez le fue arrevatada de entre sus brazos...

1 comentario:

Rocío González dijo...

Se preguntaba constantemente por qué las chicas tenían un "No" de respuesta en los labios cuando se atrevía a vencer sus temores al hablarles de amor.
Había escrito la historia de su vida a base de respuestas negativas, pensaba que si fueran ladrillos, hubiera podido construir una casa, en la que habitara su soledad.
Frustrado, intentó buscar las respuestas en los lugares menos adecuados, respuestas en las personas equivocadas, y así su cargamento de ladrillos crecía.
Una noche desanimado y agotado, antes de dormir, colocó otro ‘No’en su buró, y el abandono acudió a su cita habitual, sus últimas palabras ese día fueron: ¿Por qué? Y entre sollozos cerró los ojos. Soñó que cruzaba un espeso bosque, la escasa luz apenas le dejaba ver sus botas llenas de fango al dar inseguros pasos a su destino incierto, cuando escucho un ruido que le hizo levantar la cabeza a lo alto de una gran roca que parecía haber salido de la nada, justo frente a él.
Arriba se encontraba el chico mas bien parecido que jamás había visto, ¿o si?, tal vez soñando despierto imaginando tener aquella pinta de modelo de revista que hiciera que todas le miraran al pasar,
- ¿En verdad no sabes la respuesta?, dijo desde la roca.
Abajo el chico movió la cabeza en sentido negativo,
- “está tan clara que no la ves”, ¿estás dispuesto a saber la causa?
- Sí, quiero conocer la verdad
- Bueno, si te sientes con la suficiente osadía…
- ¡Sí!, habla ya
- Vale, camina hacia el norte hasta encontrar una cascada, deberás entrar a la cueva que cubre la caída del agua, encontrarás la respuesta.
El chico con energía renovada tomó dirección al norte, y caminó por largas horas mientras en su cabeza un sin fin de pensamientos desfilaron desafiantes provocándole emociones y dudas, temores, certeza, frustración, ira.
Cuando hubo llegado, escaló por los riscos hasta encontrar la entrada a la cueva, se llenó de alegría, sentimiento que casi había olvidado y sonrió satisfecho, por fin algo me sale bien, se dijo en tono de reproche. El interior estaba iluminado por una extraña luz que reflejaba en las paredes figuras refractadas por el agua de la cascada que tenía a sus espaldas, encontró a pocos pasos de ahí una formación de rocas semejante a una mesa y sobre ella un objeto de figura redonda del tamaño aproximado de su cabeza, lo tomó con ambas manos sorprendiéndose por lo ligero de su peso, instintivamente caminó hasta la entrada de la cueva para observarlo con claridad, lo levantó hasta dejarlo a la altura de sus ojos y descubrió con sorpresa que aquel objeto reflejaba su rostro. Al fin, ahora conocía la respuesta, ante él estaba un universo desconocido hasta ahora, una sonrisa que se convirtió en carcajada lo hizo despertar.

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