jueves, 27 de agosto de 2009

Viaje espiritual


...Todavia tenía el regustillo del plato de fabada que me había preparado mi madre cuando cabalgaba por aquellos solitarios parajes a lomos de mi bici. Paré durante unos instantes en aquella senda inmensa, en medio de la nada, para contemplar el solitario y vacío paisaje que me rodeaba. Miré el cielo mientras trataba de recuperarme y observe la inmensidad del territorio en que me encontraba, y fue entonces cuando me sentí minúsculo. Pum Pum, Pum, notaba como mi corazón latía, a la par que mi respiración trataba de relajarse. De repente, observé como un ave rapaz caía en picado y atrapaba a un pobre roedor -cuan despiadada es la naturaleza- y fue entonces cuando recordé las palabras que me había narrado mi profesor de biología: que horrible es la vida en la naturaleza, y que poco dista de la nuestra...


Tras meditar la situación durante unos segundos decidí proseguir por la senda del solitario páramo en el que me encontraba, sin olvidar el incidente. Me acordé de la mujer por la que suspiro -tan bella y dulce siempre- y me frustré un tanto por los cientos de kilómetros que separan nuestros cuerpos, nuestros besos, y nuestras caricias... La conocí en un bar de carretera, de esos llenos de jaleo, matones y mafiosos, durante mi estancia en Texas, donde al pedir un cerveza te la pueden servir muy fría y con un puñetazo no deseado. Ella parecía tímida, con una sonrisa tan suave como la brisa marina, mientras un par de camioneros borrachos y apestosos trataban de ligar con ella, mirando a ver quien se le llevaba al huerto, como si de un trofeo se tratase, tal vez fruto de una apuesta. Me acerqué a la barra y pedí un jarra de cerveza. Ella estaba al lado y los dos tipos que la rodeaban mi miraban con un aire de desprecio y odio. La pregunté como se llamaba y me dijo que Laura, aunque todos la conocían por allí como Lily. Empezó a hablar de su vida, pero me importaba bastante poco, pues ,me había quedado anodado mirando el resplandor de sus dos preciosos ojos verdes. Ella parecía ser la hija del dueño del garito y se alojaba en una pequeña caravana situada tras la tasca. No había tiempo, tenía que irme y seguramente no la volvería a ver en mi vida, así que la entregué mi número de teléfono y me largué sin pagar del antro infernal en el que me hallaba...


Casi sumido en un sueño, continué pedaleando -no sin esfuerzo- tratando de volver a recordar su hermoso rostro, pero ya era tarde... no había ya nada que hacer y tenía que regresar a casa y tratar de pensar en como lograr mis sueños y aspiraciones, pero ella simpre estará allí, donde las ilusiones nacen, en lo más profundo y recondito de mi alma...

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